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lunes, 22 de abril de 2013

lunes, 25 de abril de 2011

LA RENDICIÓN DE BREDA

Las lanzas o La rendición de Breda.

En el centro de la escena, el español Ambrosio de Spinola recibe las llaves de la ciudad de Breda del holandés Justino de Nassau. El éjercito español, a la derecha, con las lanzas verticales, y los holandeses a la izquierda, con las lanzas en diagonal en señal de derrota.
El cuadro de Velázquez narra la rendición de la ciudad holandesa de Breda al ejército español, en 1626.
Las picas o lanzas eran el elemento principal de los tercios españoles en Flandes, porque los piqueros protegían a los arcabuceros y mosqueteros.
La rendición de Breda fue una de las victorias españoles al inicio de la Guerra de los Treinta Años.



domingo, 24 de abril de 2011

DUQUE DE LERMA

Dice una coplilla popular que "para no morir ahorcado, el mayor ladrón de España se vistió de colorado" en clara alusión al duque de Lerma ya que consiguió el capelo cardenalicio momentos antes de su caída, evitando así todo tipo de procesos que le hubieran condenado, sin lugar a dudas. Y es que el duque de Lerma puede ser considerado como el paradigma de la corrupción en España, cosechando todo tipo de honores y prebendas gracias a su posición privilegiada como valido del rey Felipe III. Don Francisco era miembro de una noble familia; sus padres eran don Francisco de Sandoval, marqués de Denia, y doña Isabel de Borja, hija del duque de Gandía. Fue educado en la corte madrileña por su tío don Cristóbal de Rojas Sandoval, arzobispo de Sevilla, quien consiguió introducir al joven Francisco como menino del príncipe don Carlos. A los 22 años muere su padre y queda como cabeza de su linaje, aunque las deudas eran mayores que las rentas percibidas. Lerma pelea por restaurar la potencia económica de su casa y cinco años después consigue el cargo de gentilhombre de cámara del rey, primer escalón de su ascenso político. En 1592 pasa a ocupar el mismo cargo en la casa del príncipe Felipe, con el que establece una relación muy especial, ganándose la confianza del joven gracias a los continuos regalos. Resultaba esta política equivocada para sus intereses económicos, pero podemos decir que fue una excelente inversión a largo plazo, de la que obtuvo cuantiosos beneficios.
Sebastián de Moura, consejero real, vio con temor la dependencia del joven príncipe respecto a don Francisco, por lo que recomendó a Felipe II que nombrara a Lerma virrey de Valencia, con el fin de alejarle de la corte. Dos años más tarde regresaba a Madrid por expreso deseo del joven Felipe quien facilitó a su amigo el nombramiento de caballerizo mayor en 1598, el mismo año que Felipe II fallecía y Felipe III accedía a la corona. Este momento supone el inicio de la vertiginosa carrera de don Francisco. Inmediatamente ocupó los cargos de caballerizo mayor y sumillers de corps, convirtiéndose en la sombra del rey y limitando el acceso de otros personajes a él. Su primera decisión fue sustituir a la mayoría del aparato administrativo del reinado anterior, creando un equipo de colaboradores de su máxima confianza en los que incluyó a numerosos miembros de su familia. Los puestos más importantes cayeron en manos de su círculo de familiares y amigos, estableciendo una red de patronos y clientes encabezada por don Rodrigo Calderón.
En 1599 recibió el título de duque de Lerma, hasta ahora sólo ostentaba el marquesado de Denia, convirtiéndose en Grande de España. Pero su mayor triunfo consistió en el traslado temporal de la corte a Valladolid (1601-1606) con el fin de alejar al rey de la negativa influencia de su tía María, retirada al convento de las Descalzas Reales de Madrid. Esta operación de cambio de la corte supuso importantes beneficios económicos para el valido. Lerma ampliaba su poder consiguiendo del rey todo tipo de rentas, favores, mercedes y oficios, hasta el punto de tener en su poder el sello real. Felipe III era un mero pelele en manos de su valido que se ocupaba de organizar la vida del monarca para contentarle: viajes a diversas partes del reino, cacerías, comidas, etc.
Toda las decisiones políticas que se tomaron entre 1599 y 1618 contaron con el visto bueno de Lerma, especialmente las relacionadas con la firma de la tregua con los Países Bajos de 1609 y la expulsión de los moriscos de ese mismo año, dos de los episodios más importantes de su privanza.
Lentamente empezaron a surgir voces opositoras, especialmente alrededor de la reina Margarita, iniciándose una serie de investigaciones que desentrañaron el complejo entramado de corrupción existente. Franqueza y Ramírez de Prado fueron las primeras víctimas de las incipientes persecuciones iniciadas por el visitador Fernando Carrillo. La siguiente caída fue don Rodrigo Calderón, la mano derecha de Lerma. A partir de 1612 aumentan las voces de oposición al régimen, encabezada por los militares llegados de Flandes debido a la paz y apoyadas por el duque de Uceda, el confesor real Aliaga o Zúñiga. La presión ejercida por este nuevo grupo, al tiempo que Lerma tenía cada vez más dificultades para colocar en los puestos principales a gente de su confianza, motivará que don Francisco solicite el capelo cardenalicio a Roma con el objetivo de salvarse de una más que evidente persecución política y judicial. En 1618 consigue el cardenalato y Felipe III otorga el necesario permiso para que Lerma se retire a sus propiedades. Los procesos que se iniciaron contra él y su régimen no le afectaron directamente aunque sí vio como Calderón era ejecutado en la Plaza Mayor de Madrid. Retirado de la vida pública, el anteriormente todopoderoso duque de Lerma fallecía en 1625.

lunes, 11 de abril de 2011

FELIPE II

Rey de España y Portugal (Valladolid, 1527 - El Escorial, 1598). Era hijo de Carlos I y de Isabel de Portugal.  En 1554 Carlos I abdicó en él Nápoles y Milán, al tiempo que la boda con María Tudor le convertía en rey consorte de Inglaterra; las abdicaciones del emperador se completaron con la entrega a Felipe de los Países Bajos, Sicilia (1555), Castilla y Aragón (1556). Austria y el Imperio fueron entregados al tío de Felipe, Fernando, quedando separadas las ramas alemana y española de la Casa de Habsburgo.


 Las cuestiones financieras le sobrepasaron, dado el peso de los gastos militares sobre la maltrecha Hacienda Real; en consecuencia, Felipe hubo de declarar a la Monarquía en bancarrota en tres ocasiones (1560, 1575 y 1596). Alrededor del rey se disputaban el poder dos «partidos»: el del duque de Alba y el que encabezaron primero el príncipe de Éboli y más tarde Antonio Pérez; las luchas entre ambas redes se exacerbaron a raíz del asesinato del secretario Escobedo (1578), culminando con la detención de Pérez y el confinamiento de Alba. Desde entonces hasta el final del reinado, dominó el poder el cardenal Granvela, coincidiendo con la época en que, gravemente enfermo el rey, se alejó de los asuntos de gobierno y delegó en Juntas de nueva creación.

En política exterior, el reinado de Felipe II se inició con la liberación de la Corona de las responsabilidades imperiales (1556), el abandono del proyecto de unión con Inglaterra por la muerte de María Tudor (1558) y las victorias militares de San Quintín (1557) y Gravelinas (1558), que pacificaron temporalmente el recurrente conflicto con Francia (Paz de Cateâu Cambrésis, 1559).



La orientación atlántica de la Monarquía se acrecentó en 1581, al incorporar el reino de Portugal, aprovechando una crisis sucesoria en la que Felipe II hizo valer sus derechos al Trono mediante la invasión del país, que le convirtió en Felipe I de Portugal. En aquel momento alcanzó la Monarquía su mayor expansión territorial, añadiendo a sus dominios europeos las colonias españolas y portuguesas en América, África, Asia y Oceanía, hasta constituir un imperio en el que «no se ponía el sol».

Aprovechando las guerras de religión, Felipe se permitió también intervenir en 1584-90 en la disputa sucesoria francesa, apoyando al bando católico frente a los protestantes de Enrique de Navarra (el futuro Enrique IV), circunstancia que aprovechó para intentar sin éxito poner en el Trono francés a su hija Isabel Clara Eugenia (nacida del tercer matrimonio de Felipe, con la hija de Enrique II de Francia, Isabel de Valois).

La mayor presencia española en el Atlántico acrecentó la tensión con Inglaterra, manifestada en el apoyo inglés a los rebeldes protestantes de los Países Bajos, el apoyo español a los católicos ingleses y las agresiones de los corsarios ingleses contra el imperio colonial español (protagonizadas por Drake); todo ello condujo a Felipe a planear la invasión de la isla por la Armada Invencible, empresa que fracasó estrepitosamente en 1588, iniciando el declive del poderío español en Europa. Coincidió éste con la vejez y enfermedad de Felipe II, cada vez más retirado en el palacio-monasterio de El Escorial, que había hecho construir en 1563-84.

Al morir le sucedió Felipe III, hijo de su cuarto matrimonio (con Ana de Austria); el primer heredero varón que tuvo (el incapaz príncipe Carlos, hijo de su primer matrimonio con María Manuela de Portugal) había muerto muy joven encerrado en el Alcázar de Madrid y, según la «leyenda negra» que alentaban los enemigos de Felipe II, por instigación de su padre.

martes, 5 de abril de 2011

LOS AUSTRIAS



Os dejo el árbol genealógico de los AUSTRIAS

CARLOS I


Carlos I de España y V de Alemania
(óleo de Tiziano)

(Carlos I de España y V de Alemania; Gante, Flandes, 1500 - Yuste, Extremadura, 1558) Rey de España y emperador de Alemania.  Era hijo de Juana la Loca y de Felipe el Hermoso de Castilla. Fue educado en los Países Bajos , recibiendo la influencia de los humanistas del Renacimiento (como Erasmo de Rotterdam).
En 1515 asumió la gobernación de los estados de la Casa de Borgoña (los Países Bajos, el Franco Condado, Borgoña y el Charolais), que le correspondían por herencia de su abuela paterna; al morir en 1516 su abuelo materno, Fernando el Católico, heredó las Coronas unificadas de Castilla (a la que se había anexionado Navarra el año anterior y día a día se iban incorporando nuevos descubrimientos en las Indias) y de Aragón (con sus dominios mediterráneos de Nápoles, Sicilia, Cerdeña y el Rosellón).
Y en 1519, al morir su abuelo paterno, Maximiliano I de Austria, heredó los vastos estados patrimoniales de los Habsburgo (Austria, Tirol, Bohemia, Moravia, Silesia, Estiria, Carintia y Carniola), que llevaban aparejada la candidatura a la Corona imperial de Alemania, para la que efectivamente fue elegido aquel mismo año (aunque no sería coronado formalmente por el papa hasta 1530).
Dueño de tan extensos territorios, Carlos asumió enseguida el proyecto de  restaurar un Imperio cristiano universal, para lo cual debía lograr una hegemonía efectiva sobre los restantes reyes de la Cristiandad. Ello le enzarzó en guerras continuas contra los rivales de tal hegemonía. Como rey de España, Carlos suscitó importantes resistencias desde su llegada al país en 1517, debido a su condición de extranjero, rodeado por una corte de extranjeros y con la mirada puesta en objetivos políticos que excedían con mucho los límites de la Península.

La herencia de Carlos

Su política poco respetuosa de la autonomía municipal, al tiempo que la perspectiva de un rey ausente durante largos periodos de tiempo y esquilmando al reino con impuestos para financiar sus empresas europeas, determinaron las insurrecciones urbanas de las Comunidades de Castilla (1520-21) y de las Germanías de Valencia y Mallorca (1519-24), que hubo de aplastar militarmente. Para aplacar los ánimos permaneció unos años en la Península, donde contrajo matrimonio con su prima Isabel de Portugal (1526), como le habían pedido las Cortes de Castilla.
En cuanto a su lucha por la hegemonía en Europa, Carlos tuvo que enfrentarse como campeón de la Cristiandad contra el avance de los turcos, que bajo el reinado de Solimán II el Magnífico, avanzaron por los Balcanes hasta el corazón de Austria (primer asedio de Viena en 1529 y anexión turca de Hungría en 1541), al tiempo que Barbarroja hostigaba la navegación en el Mediterráneo.
Carlos tuvo que librar también cuatro guerras contra el rey «cristianísimo» de Francia, Francisco I, en 1521-26, 1526-29, 1536-38 y 1542-44, motivadas por diversos contenciosos territoriales en Italia y los Países Bajos; Enrique VIII de Inglaterra y otros estados europeos (como Venecia, Florencia, Suiza, Dinamarca o Suecia) se aliaron ocasionalmente a Francia, temerosos de la hegemonía austriaca; e incluso el Papado (bajo León X y Clemente VII) luchó contra el emperador, quien no dudó en hacer que sus ejércitos saquearan Roma en represalia (1527).
En la propia Alemania, la reforma protestante iniciada por Lutero en 1519-21 acabó con la unidad católica.


Os dejo esta animación sobre la herencia de Carlos V.

ISABEL DE PORTUGAL

Isabel era hija de la infanta María de Trastámara, por tanto nieta de los Reyes Católicos, y el rey de Portugal Manuel I. Su boda con el emperador Carlos se había concertado por motivos políticos, pero los relatos de los cortesanos que conocieron a la pareja cuentan como ambos se enamoraron sinceramente al conocerse. El matrimonio tuvo seis hijos, entre los que figura el futuro Felipe II.

Cuando el primero de mayo de 1539 Isabel falleció en Toledo tras dar a luz a su sexto hijo dejó a su primo y esposo, el emperador Carlos V, en el más absoluto desconsuelo.

Tras trece años de matrimonio el enlace concertado entre las dos familias, los Habsburgo y los Avis, había resultado todo un éxito tanto en lo político como en lo personal.

De regreso a sus obligaciones al frente del gobierno del estado, no volvió a casarse jamás y pocas mujeres ocuparon la atención del emperador, quizá el caso más conocido sea el de Bárbara Bamberg, madre del futuro Don Juan de Austría, permaneciendo siempre presente en su memoria una profunda añoranza por su malograda esposa.

Para mantener vivo este recuerdo Carlos V encargó a diversos artistas la realización de varios retratos bien en forma de lienzo, de escultura de bronce o de relieves en mármol siempre con la imagen de Isabel como protagonista.

De entre todas estas creaciones es, sin duda, el retrato que realizó Tiziano en 1548 la obra más conocida de todas, por la que el emperador siempre sintió un especial aprecio y que acompañó a éste en sus últimos días en su retiro de Yuste.


Tiziano se valió de un retrato previo de la emperatriz que, como recordaremos, hacía casi diez años que había desaparecido.
Podemos imaginar la dificultad que, para un retratista de la talla de Tiziano, supuso la realización de un encargo de estas características. No nos resulta, por tanto, nada extraño encontrar el idealizado rostro de la emperatriz un tanto ausente y frío en contraste con el preciosismo del lujoso vestido, de la cortina y del paisaje.

Cuentan que su caballerizo, el duque de Gandía Francisco de Borja, fue el encargado de escoltar sus restos mortales a Granada para su entierro. Francisco, enamorado platónicamente de la emperatriz tuvo que cumplir con la costumbre de asegurarse de que el cuerpo estuviese verdaderamente en el ataúd antes de darle sepultura, y la impresión que le causó ver el estado de la que fue una de las mayores bellezas de su época sólo le permitió afirmar "No puedo jurar que ésta sea la Emperatriz, pero sí juro que fue su cadáver el que aquí se puso".

Después de este trance, juró no volver a servir a ningún señor que pudiera morir, ordenándose jesuíta tras la muerte de su esposa y dedicándose al servicio a Dios que le llevó a ser declarado santo con posterioridad.